sábado, junio 03, 2006

Prensa colombiana silenciada por autocensura

El periodista de la agencia Associated Press, Joshua Goodman, en el presente documento reflexiona acerca de la libertad de prensa en Colombia y encuentra que la autocensura es el mecanismo de defensa que los periodistas colombianos han adoptado para seguir en el ejercicio periodístico y preservar su vida.
Fecha de publicación: 2006-05-30
Autor/Fuente: Joshua Goodman. Associated Press. Mayo 24 de 2006.

Era el tipo de noticia por la que cualquier periodista ambicioso moriría, pero escribirla le hubiera costado la vida a Jorge Quintero.Con la ayuda de funcionarios locales, un gerente bancario de Florencia, un pequeño pueblo del suroeste colombiano supuestamente desvió 11 millones de dólares de fondos públicos a la cuenta en el extranjero de un narcotraficante convicto.Pero a pesar de tener una pila de documentos incriminadores, Quintero no escribió nada."Quería hacer algo pero tenía miedo", dijo el corresponsal en Florencia del diario El Tiempo, el más grande del país."Uno sabe con quien meterse y con quien no", agregó.Un año más tarde, cuando la justicia colombiana actuó y la red criminal fue desmantelada, la misma historia acaparó las primeras planas.El dilema de Quintero lo comparten decenas de periodistas de Colombia, en donde la libertad de prensa durante años ha sido atacada. Una sentencia de muerte puede ser publicar los crímenes de forajidos, sean estos narcotraficantes, guerrilleros o milicianos de ultra derecha.Pero la más importante mordaza para la prensa hoy se la colocan los propios periodistas, especialmente en las más lejanas provincias.Durante la década pasada, 28 periodistas han sido asesinados en Colombia, haciendo al país el segundo más peligroso para ejercer esa profesión después de Irak, según el Comité de Protección para los Periodistas (CPJ), una organización con sede en Nueva York.La mayoría de los crímenes contra periodistas nunca son resueltos.Solo un periodista ha sido asesinado en los últimos dos años en el país, un declive que el presidente Álvaro Uribe atribuye al éxito de sus estrictas políticas de seguridad, pero varios periodistas dicen que las bajas son menos porque su trabajo nunca antes estuvo tan amordazado.Un reporte del CPJ del año pasado titulado "Historias No Contadas", encontró más de 30 periodistas de radio, televisión o medios impresos que admitieron que restaron importancia o ignoraron noticias de gran interés.Marisol Gómez, la editora nacional de El Tiempo, dijo que sus corresponsales rutinariamente rehúsan asignaciones por temor a represalias y cuando van detrás de una historia delicada, reportan la mitad de lo que saben y no aceptan firmar la historia.Algunas zonas de conflicto están fuera de la cobertura mediática. En Arauca, El Tiempo dejó de tener un corresponsal hace dos años y con ello dependen cada vez más de los imprecisos reportes de los militares colombianos, entregando al público una visión parcial de la guerra."Es el momento de más peligro que hemos tenido, que hemos enfrentado en esta profesión", afirmó Gómez, quien cuando era novata en el oficio cubrió el terrorismo alimentado por el narcotráfico en Medellín, en el que los periodistas eran blanco de los ataques."Pero si te pones en los zapatos del periodista en el campo, ganan unos 400 dólares al mes y es fácil perdonarlos por no arriesgar sus vidas", declaró.En los más extremos casos de autocensura, los periodistas sencillamente se apartan de su especialidad, como le pasó a Jenny Manrique, una reportera de Vanguardia Liberal en Bucaramanga, 300 kilómetros al nordeste de Bogotá, tras reportar cómo paramilitares robaron cheques de ayuda para gente que quedó desamparada por inundaciones.La periodista de 25 años primero recibió amenazas anónimas en su teléfono celular, pero cuando llamaron a casa de sus padres en Bogotá huyó del país.Con el apoyo del CPJ y la Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia, ella vive desde marzo en Lima, Perú, con un estipendio que es menos de la mitad de lo que ella ganaba en el periódico del que se ausentó con un permiso sin goce de salario.Aunque espera volver a Colombia, no está segura si continuará su carrera. "No voy a dejar que me maten por una historia, pero no quiero tampoco engañarme a mi misma escribiendo historias ligeras, sin impacto", dijo Manrique.En algunos casos, el presidente mismo contribuyó a crear miedo.Durante una entrevista con una radio en junio del 2005, Uribe acusó al periodista Hollman Morris de colaborar con las guerrillas mientras filmaba un documental para la BBC en el sur de Colombia.Aunque después Uribe se retractó, Morris alegó que el ataqué verbal lo dejó marcado.La falsa acusación fue reiterada este año en un vídeo divulgado por una organización clandestina aparentemente ligada a grupos paramilitares. El estigma de ser un colaborador de la guerrilla pudo ser una de las razones por las que su programa Contravía fue sacado en abril de la programación de canal Uno.En respuesta a las amenazas, la policía secreta --envuelta por si misma en un escándalo por supuestamente estar infiltrada por paramilitares-- le provee a Morris y a su familia tres escoltas y un carro blindado."Pero de qué sirve si un día me ofrecen protección y al día siguiente me escupen la cara", expresó."Toda la seguridad del mundo no sustituye al compromiso político de proteger una libertad de expresión del periodismo", agregó.