sábado, mayo 13, 2006

III Génesis


Nuestro cartero todas las mañanas se asomaba por la ventana y trataba de adivinar que le deparaban las nubes, sol en la mañana, nublado a mediodía, tarde de ensueño, mañana de chubasco, llovizna al mediodía atardecer naranja, sol a la mañana, sol a la tarde sol a la noche... se vestía esmeradamente como quién prepara un suicidio por móviles pasionales u organiza una fiesta de segundo cumpleaños y desayunaba, invariablemente desayunaba con la mirada perdida entre las nubes o en el vuelo de Lila llevaba mecánicamente el alimento a la boca mientras repasaba los caminos que debería recorrer durante la jornada, bueno, eso era antes, porque de un tiempo para acá ya no sabía ni lo que era un camino, la pasaba piensa que piensa en los ojos felices que jamás perdía de vista, ni dormido descuidaba el velar por esa mirada que tan dulce le parecía, tan solo el pan de cada mañana le recordaba que seguía en medio del campo, con un proyecto en marcha de trastearse con todos para otra parte y que nadie pregunte como podía seguir coherentemente con la idea de la Fundación mientras solo pensaba en ardillas y estaciones.

La Fundación era el nombre clave que habían asumido todos los implicados, lo usaban sin pretensiones, como sabiendo que no fundaban nada que no existiera como sin creerse de veras que refundaban la humanidad, era un perverso humor negro el que los llevaba a llamarla la fundación para burlarse de todos los fundadores anteriores que al fin de cuentas no habían fundado nunca nada, máximo le habían cambiado el nombre a los dolores...

Afortunadamente El Cartero, -obnubilado como estaba-, contaba con excelentes colaboradores que hicieron lo suyo en los momentos en que él, quedaba suspendido en el aire mientras un colibrí pasaba a su lado a toda la velocidad del mundo y parecía que un aguacero de felicidad lo lavara todo sin saberse bien porqué, pues claro está nadie sabía los sentimientos que alimentaban cada segundo los pasos de nuestro cartero y podríamos afirmar que el mismo pensaba que todo se debía a un buen signo climático, a lo avanzado del plan, o a ese gol que nunca olvidaría desde quinto de primaria cuando su equipo perdió 8 - 1 en el partido más hermoso del mundo, es decir, nuestro cartero estaba gravemente enfermo de amor, terminal y desahuciadamente enfermo pero el no lo sabía porque sentía que así como andaba viviría 180 años... y caminaría la Fundación hasta el último día

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