miércoles, noviembre 08, 2006

EL PARTIDO DEMÓCRATA DE ESTADOS UNIDOS Y EL LIBRE COMERCIO





Aurelio Suárez Montoya, La tarde, Pereira, noviembre 7 de 2006


Con ocasión de las elecciones legislativas en Estados Unidos, que buscan renovar el Congreso de ese país en un tercio del Senado y toda la Cámara de Representantes, surgen hipótesis acerca de la suerte que los tratados de libre comercio, en particular los que han cerrado su fase de negociación como el de Colombia, correrán con un resultado favorable al Partido Demócrata que le dé el control de ambas cámaras. Hasta el gobierno de Álvaro Uribe ha mostrado temores y hecho diligencias en ese sentido; cabildeos con Bill Clinton o expresiones públicas de la disposición a renegociar cláusulas sensibles a los demócratas son pruebas del intento de “amarrar los perros” para no ver hundir el ansiado Convenio ante cualquier eventualidad.


La experiencia colombiana en la negociación del TLC es que todo consiste en alcanzar objetivos estratégicos estadounidenses, delineados en la Trade Act de 2002, y a cambio hacer a “los socios” concesiones menores que no quebranten leyes ni intereses norteamericanos gremiales o ciudadanos. El resultado, según Carlos Ball del Cato Institute, es: “El proteccionismo y los mal llamado tratados de libre comercio, que en realidad sirven para abrir unos pocos centímetros las puertas al libre intercambio, mientras se alargan por 15 o más años las cuotas y protecciones que benefician a los poderosos”. En el caso del TLC con Colombia la norma se cumple y, por ende, la clase política gringa no tendría impedimentos para proceder. Evidencia reciente es la condecoración impuesta a Uribe por el Consejo de las Américas, el centro de las multinacionales con más negocios en el Sur.


No obstante, en Estados Unidos hay un pulso entre los planes corporativos y el ingreso y bienestar de la clase media y trabajadora, la cual, además del bochorno de Irak, muestra que ya no le basta con adquirir bienes baratos de China, India o México para mantener su estatus. Más labores de manufactura y almacenamiento o de servicios, incluyendo software o auditoría y contabilidad, se desplazan al Sur buscando costos hasta diez veces menores. El tema lo ha ventilado el senador demócrata por Michigan, Sander Levin, con sindicalistas colombianos. Así mismo, el representante demócrata por California, Sam Farr, se queja de las afectaciones de las exportaciones colombianas a sus electores vinculados a la floricultura y, a la vez, se asombra con los impactos que sufrirá la agricultura colombiana en el TLC y, por ende, lo que pueden traer en términos de aumento de cultivos de uso ilícito.


Representantes como Charles Rangel expresaron reparos frente a cláusulas del TLC que favorecen las patentes de las firmas farmacéuticas frente a la salud pública de los pueblos, lo que incluye al estadounidense, y notables como Janice Schakowsky propiciaron encuentros para que congresistas y sus equipos escucharan a los opositores al TLC. Algunas de estas iniciativas han contado con el respaldo de la líder Nancy Pelosi. En varios estados los opositores al libre comercio parecen gozar de mayores simpatías y los demócratas que se "vendieron" a la administración Bush para votar a favor el CAFTA (tratado con Centroamérica) fueron afrentados.


Pero no todo es color de rosa. Cuando se revisan las votaciones en el Senado sobre los más recientes seis tratados de libre comercio, con Chile, Singapur, Australia, Marruecos, Omán y CAFTA, se ve que únicamente tres senadores demócratas los votaron todos en contra: Akaka (Hawai), Reid (Nevada) y Byrd (West Virginia). Figuras como Hillary Clinton sólo lo hizo contra el CAFTA igual que el novel Barack Obama; John Edwards se opuso a Chile y Singapur (no estuvo en la de CAFTA) y ni siquiera los 48 demócratas reprobaron el CAFTA que tuvo 45 oposiciones contra 55 votos afirmativos. Lo peor, la Ley del Muro, por la cual se condena a los pobladores del Sur a vivir en sus guetos de trabajo envilecido, no tuvo sino 20 votos en contra.


Las fuerzas de resistencia al TLC no pueden cifrar sus esperanzas en inciertas posiciones del Partido Demócrata, en cómo resuelve sus tensiones internas sobre el tema; no hay que olvidar que el paladín del TLC con México y Canadá fue Bill Clinton. No es seguro que así Colombia aplaque la amenaza. Suponerlo es tan confuso como porfiar en Uribe en cuanto a las migraciones, en foros internacionales se pronuncia contra el Muro en la frontera sur de Estados Unidos pero suscribe de hinojos un Tratado que, de hecho, es puerta abierta para capitales y mercancías yanquis y muralla para la mano de obra nacional; una concesión que desde el inicio “desniveló la cancha en contra”, que marcó al TLC como un documento de anexión.

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